miércoles, 14 de julio de 2021

El muchacho

 El soldado le ofreció un pitillo, John sonrió agradecido.

-¿De dónde eres muchacho?-dijo el soldado.

    Antes de que John pudiera contestar el soldado prosiguió:

-Le hemos pegado una buena paliza a esos japos.

John con cara súbitamente entristecida expresó su descontento.

-Volvimos a llegar tarde aún no he pegado un solo tiro en toda la maldita guerra.
-Tranquilo, muchacho eso quiere decir que los veteranos como yo estamos haciendo bien nuestro maldito trabajo.-el soldado escupió y con ademan chulesco arrojó  su cigarrillo a las botas de John .Con una amplia sonrisa palmeó el hombro del muchacho al tiempo que le decía:
-Cuidaremos de ti JFK, te necesitaremos en el futuro.




viernes, 23 de marzo de 2018

BANDERAS AJADAS

Este extraño país en el que habito, puede presumir de ser el segundo más montañoso de Europa sin contar con ningún pico de reseñable altura. Extrañas sus gentes, que como yo, contamos con un carácter, unas formas de hacer y de actuar que descolocan a cualquier observador ajeno a la tierra que nos ocupa.

Individualistas hasta la médula quizá por herencia teutona, transmitida por los Habsburgo en los doscientos años que rigieron el destino de España. Sin duda, los más brillantes de nuestra historia. También es muy posible que no sea "culpa" de los Habsburgo y esté aplicando otra de nuestras costumbres más arraigadas y que forman parte de la genética Hispánica. Echar la culpa a los demás.

Desde mi punto de vista los Austrias nos hicieron mucho menos daño que los Borbones posteriores, que nos dejaron un legado mucho más pernicioso y que sigue estando latente en nuestra sociedad. Nuestro genuino sentimiento de inferioridad, nuestra percepción de nosotros mismos como incultos y paletos, y esto que digo se puede probar fácilmente al lector. El lector pensará que él no es inculto, ni paleto (individualista), pero si por un segundo piensa en su vecino (ese sí que es un paleto), su cuñado (inculto) o cualquier otro ya sea de su entorno o que aparezca por televisión (inculto y paleto).

Por estos motivos atrás descritos, a veces, y solo a veces, a mí también me sorprenden   nuestras reacciones. En ocasiones somos capaces de actuar unidos para respaldar una causa, no necesariamente buena. Millones de españoles han acudido juntos, movidos por un sentimiento de autodestrucción, a votar al PP. Pero dejemos esto de lado. Uno se acostumbra a cualquier cosa. Estos últimos meses se llevó a cabo una, se dijo que espontánea, especie de comunión patriótica. Todo el mundo se sintió de repente superespañol. Hasta yo. No había más remedio. Se vivió una situación de conmigo o contra mí. España no podía permitirse indecisos. España quería que todos sus hijos dieran una auténtica lección a la díscola Cataluña.

Yo soy español, español, español...


Personalmente no me dejé arrastrar por la locura del momento hasta ese punto, me negué a ir más allá de mi modesto apoyo moral. No así una gran parte de mis vecinos, y de los vecinos de mi pueblo, y de los vecinos de Valencia y, supongo, los vecinos de cualquier rincón de España. De repente nos regalaron generosamente con los colores patrios, ni un balcón sin la bandera de España, ni una ventana sin nuestra enseña, España ondeando al albur del viento, roleando al capricho de Eolo.

Varios meses después se vuelve a demostrar nuestro carácter nacional. Ahí siguen las banderas. ¡Con dos cojones!. Perdido todo lustre, azotadas por crueles ráfagas de aire frío y lluvia, ajadas ya, por las inclemencias, quemadas por el sol. Olvidadas, abandonadas, ignoradas. Cumplida su función ya no importan, no son nada. Triste recordatorio de nuestro trato a la patria. Enarbolada con pasión y pisoteada al instante siguiente, según convenga.

Y cuando se rompa se va al chino y se compra otra



El Crítico Bueno XXI

JUAN ESLAVA GALÁN


Historia de España contada para escépticos


Abro este libro con las grandes expectativas que siempre me hace sentir este autor. Lo empiezo con el deseo, con el anhelo de encontrar alguna clave aún desconozco, algún punto que me haga cambiar mi escéptica manera de ver las cosas y, por supuesto, a España. Leí, hace unos años el libro de Hitler y en alguna parte de ese libro, si es que recuerdo bien, mencionaba que había tres tipos de personas, a saber: la masa, fácilmente manipulable por medio de su propaganda; los analíticos, a los que había que ofrecer datos para que pensasen lo que convenía a sus intereses (los de Hitler); y los escépticos, imposibles de manipular, porque siempre creerían que todo es mentira, hasta la mayor de las verdades...

Soy una persona que ha perdido la fe en la política, en España y, por supuesto, en las personas. Soy uno de esos escépticos a los que Hitler no daba más solución que la hoguera porque estaban perdidos para su causa. Quizá ahondando en nuestro pasado pueda comprender el presente. Quizá el pasado que nos describe el autor difiera del que ya conozco, y en ocasiones, me hace pensar que no tenemos remedio, que siempre hemos sido igual. Quizá...


martes, 24 de marzo de 2015

UN BUEN HOMBRE EN AFRICA de William Boyd






En ocasiones, hay que quitarse el sombrero, y dar gracías a las musas por haber empujado a alguien a compartir, con el resto del mundo, lo que se cuece en sus cabezas. Sin duda, esta es una de esas ocasiones. Y no lo és por la calidad de su literatura, ni por lo profundo de sus pensamientos. Lo es porque te sumerge en una historia trepidante y te hace sonreir desde el principio hasta el final, que buena falta nos hace.

William Boyd nos convertirá en incondicionales de su obra y tomará el relevo del recientemente desaparecido TOM SHARPE en mi biblioteca. ¿por qué he tardado tanto en descubrirte?.

En esta, su opera prima, que escribió allá por 1980 nos narra la agotadora cadena de acontecimientos que hará replantearse a

viernes, 6 de marzo de 2015

EL MORADO

Era noche cerrada cuando la alarma del móvil me sacó de lo más profundo de mi sueño. Se esfumaron como por arte de magia las ninfas que animaban mis oníricas experiencias. Sus suaves caricias se tornaron en una insistente campanilla. Maldiciendo mi suerte me puse en pie, y trastabillando a oscuras por la habitación, gané el cuarto de baño. Encendí la luz y se rebeló ante mi, en su máximo esplendor, el cuerpo que me dio Dios. Me acaricié distraídamente mientras observaba en el espejo la belleza de mi desnudez. Oriné poniendo todos mis aletargados sentidos en hacer puntería y una vez más me prometí, en vista del resultado, hacerlo sentado la próxima vez.



Me lavé la cara con abundante agua y más despejado, me volví a mirar en el espejo, y mientras me deleitaba con el buen trabajo que estaba haciendo la naturaleza al convertir el rostro de un muchacho en el de un atractivo hombre maduro, reparé en un moratón que ensombrecía mi musculado bíceps.




Lanzé la mente atrás intentando alcanzar en el momento en que sucedió semejante accidente, pero mi memoria me jugó una mala pasada y el suceso quedó oculto tras la bruma insondable del olvido. Sin embargo, había algo que podía recorada, que no más de dos meses atrás ya había sufrido otra misteriosa aparición en el mismo lugar y forma.


Evidentemente este misterio no sería tal de no haber ahondado, últimamente, en la sana costumbre del beber. Puesto que, como todo el mundo sabe, igual que sucede con el deporte, que es sano practicarlo, pero en exceso, véase el deporte de élite, es perjudicial para la salud. Lo mismo sucede con la ingesta de alcohol, que siendo moderada, agudiza el ingenio, favorece las relaciones e insufla vigor, pero en exceso daña el organismo en múltiples formas y ni tan siquiera te deja el consuelo de conseguir una medalla.

En esas andaba yo, tratando de convertirme en bebedor de élite a sabiendas de la nula recomprensa y por un motivo , que sinceramente ignoro, cuando apareció el morado.
Terminé de asearme, me vestí y acudí al trabajo, pero mi cabeza no paraba de darle vueltas al banal suceso.

¿Por qué semejante cardenal adornaba mi cuerpo?¿Qué relación tenía con la ocasión anterior?
Cavilando saqué la conclusión de que en el momento de recibir la imprimación del morado debía andar borracho, y como esto no suele suceder fuera de las horas de trabajo en otro lugar si no en la comparsa, evidentemente, sucedió o en el trabajo, o en la comparsa.

A lo largo de la mañana, mientras mordía distraídamente mis uñas, apareció Vitoriano. El hijo menor del mecánico vecino. Una mala bestia de 1'80 de estatura, con tan oronda figura que rivalizaría con la de un oso pardo. Brazos grandes como pata de elefante y en definitiva, el porte duro y robusto de un tocón de secuoya gigante.


 Sus inquietantes ojos, pequeños y negros, cargados de una inteligencia primitiva como la del hurón, sus dientes desportillados como los de una sierra vieja y un mechón de pelo duro y ensortijado, con la apariencia del vello púbico, que como una isla, se dejaba ver en  un lugar en el que debería estar la calva, todo esto unido, le daban una apariencia tan extraña como las nieves en el kilimanjaro, extraña, pero ahí está.

Con un gruñido semejante al de los cachalotes en celo, llamó mi atención en la distancia. Con el paso firme y decidido de los que se saben dueños del mundo, tal cual, los rinocerontes en la sabana, se dirigió directamente al lugar que yo ocupaba. Al alcanzar mi posición me gritó, mi propio nombre, al oído, para deleite del señor GAES, que de haberlo visto se habría frotado las manos pensando en futuros beneficios.

A modo de saludo lanzó su poderoso brazo derecho hacía atrás `para tomar impulso y después, con la inercia acumulada lo dirigió directamente a mi hombro izquierdo. Con la habilidad adquirida en multitud de ocasiones anteriores, separé los pies, incliné levemente mi cuerpo al encuentro del "martillo de thor" y dibujé en mi rostro una expresión de "ni me importa, ni me duele" que habría hecho enloquecer de envidia al mismísimo Keanu Reeves.

Lo vi claro, ¡Este ha sido!, me dije...

jueves, 8 de mayo de 2014

MENTE ENFERMA

El otro día Riskotix pasó a verme al trabajo. En un momento de relajación, le convencí para que escuchase un fragmento desechado de Dark Dusk que tenía guardado por mi mochila. A medida que el relato avanzaba, vi como su expresión iba cambiando y se transformaba en una mueca de repugnancia absoluta. Su veredicto fue: "Tienes la mente enferma". Con estos antecedentes os animo a que aquellas personas con almas cándidas, impresionables o mentes sensibles, dejen de leer ahora mismo.

AXEL FOYLE
(hipotético capitulo 7)

La mejor época de mi vida la pasé en Vietnam. Aquello era el paraíso de los homosexuales, mirases donde mirases veías cuerpos jóvenes y musculados, la mayoría del tiempo en "shorts". No es cierto que los gays estén mal vistos en el ejército, eso solo lo afirman los estirados hijos de puta de West Point. Lo cierto, es que son raros los tíos que no se han enrrollado con un compañero de armas. Compañerismo, de eso se trata.

Rompí unos cuantos culos antes de dar con Jim, incluso fuimos juntos de putas antes de considerarnos pareja. Pero allí todos respetaban a todos, los heteros tenían un millón de putas amarillas donde elegir, y los drogatas se metían lo mejor de lo mejor. Lo dicho, un jodido paraíso.

Me reenganché dos veces, eso hace un total de tres años. Me enviaron con dieciocho y volví con veintiuno y un ojete como el túnel de Caldecott.


Justo antes de volver, mis compañeros pensaron que ya era hora de que me cargase a un puto "Charlie". En mi zona en tres años, no había oído ni un solo disparo. Así que nos fuimos a Saigón, nos emborrachamos y pillamos a dos amarillos al azar. Nunca olvidaré las caras de miedo con que nos miraban, me hizo sentir... Mmmmm, poderoso... Ja, ja, ja, eso no significa que me gustase, pero estábamos en guerra, y si era amarillo, era enemigo, así que saqué mi arma y les apunté. Aún lo veo como si fuese ayer, incluso huelo la inmundicia que uno de ellos se hizo en los pantalones.

¡PAM!

Le disparé en un ojo, pero le estalló la cabeza entera, pensé que sentiría algo, pero no... Como si nada.

Después, cogimos al otro amarillo y nos lo llevamos de juerga, lo emborrachamos y después nos metimos en la misma habitación con tres putas y "el Charlie", casi se le salen los ojos de las órbitas cuando le empecé a dar por el culo, fue una pasada, pero no te creas, le dejamos follarse a una puta antes de hacerle maricón, ja, ja, ja. El cabrón lo pasó en grande. Aquello si que eran buenos tiempos...

Y aquí, bueno, aquí las cosas no salieron como yo pensaba... Con mi hoja de servicios debería haber llegado mucho más lejos, pero algún jodido puritano de los de arriba no quería a un maricón en su club de Pigs. Es Irónico, porque me he follado a más de uno en ese club. Y lo peor fue lo de la puta película, el jodido negro tenía que llamarse como yo, y ser un taquillazo, ¡Jódete Axel! desde entonces Ratzinger me llama por el nombre completo, es un bromista, pero tarde o temprano me las pagará, y mis pelotas rebotarán en su culo peludo.

El caso es que desde que me dí cuenta de que mi carrera estaba acabada, empecé a pensar en el retiro, así que me metí en asuntos un poco turbios, ya sabes, a un poli no hay día en que no se le presente la oportunidad de ser un corrupto, ni político que no se la ofrezca.

¿Sabes por qué te cuento esto?

Cathy negó con la cabeza. Estaba amordazada y atada a una silla. Los ojos llorosos y el pelo revuelto.

Ja,ja,ja, pues muy sencillo, algo salió mal en un negocio que íbamos a cerrar en el concierto, un par de federales se presentaron y lo echaron todo abajo, ahora necesito una cabeza de turco y tu eres ideal.

Preciosa, te he contado todo esto porque voy a matarte.



sábado, 22 de marzo de 2014

EL RITUAL

Existe en Japón un ritual ancestral por medio del cual, alguien se arrebata la vida del modo más doloroso que cabe imaginar. Esto no es así por casualidad. La vida es un bien muy preciado y precisamente por eso el hecho de perderla por tu propia mano, debe hacerte recordar, a cada milésima de segundo, lo mucho que se pierde.

A este ritual se le llama Seppuko, pero se le conoce como Hara Kiri, su acepción más vulgar. 

Por lo general los que recurrían al Seppuko, se buscaban un socio que acelerase el final.


Los motivos que empujaban a alguien a recurrir al Seppuko eran diversos, el deshonor, la orden un superior, la muerte de este o sencillamente no envejecer.

Este ritual está ya en desuso, pero eso no impide a la gente seguir quitándose la vida.

En España se registran más muertes por suicidio que por accidente de tráfico. Es la primera causa de muerte "externa", o no natural, y sin embargo, estos datos sin ser ocultados, se silencian.

Todos los fines de semana se da la cifra de muertes por accidente, sin embargo nunca se menciona el número de suicidios, es una incógnita.

El suicidio se ha convertido en algo oscuro y que no afecta más que a los familiares del difunto. Que se quedan con la angustia permanente del ¿por qué? y la sensación irreal de que podrían haber hecho algo más por evitarlo.

Mirar a otro lado u obviar que esto sucede, no es manera de afrontar el problema. Tratarlo como algo natural e inevitable tampoco. Estoy muy lejos de conocer la solución a este problema, pero soy consciente de que negar que esto ocurre, que la gente se quita "de en medio" todos los días, no es el mejor modo de afrontarlo.

Los medios de comunicación no tienen nada que decir al respecto


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Hasta aquí había escrito, y no pensaba seguir más allá, pero estos días pienso mucho en el tema y leo cosas relacionadas, así me he enterado del temor que sienten los medios de comunicación al llamado "efecto contagio" que puede provocar una noticia relacionada con el suicidio, en alguien que ya es propenso a quitarse la vida.

No sé hasta que punto me convence ese punto de vista, desde luego yo siempre he pensado que es mejor saber, que no saber. Ni necesito, ni quiero, que me protejan. En todo caso, hasta los últimos suicidios de gente famosa, fueron siempre por realizar juegos eróticos arriesgados. Osea, que no se suicidaron, por lo tanto no nos informaron de ningún suicidio.

También he pensado en la supuesta "herencia" que puede haber entre los suicidas. Sin saber absolutamente nada de genética, he llegado a una conclusión. Cuando un ser querido se quita la vida, tratamos de racionalizar el hecho como medio de defensa ante el dolor, y mientras hacemos esto, lo aceptamos y al aceptarlo se nos abre esa posibilidad en el horizonte. Si llegamos a aceptar que alguien no deseaba seguir en el mundo y que ha elegido el momento de "irse", aceptamos que quizá nosotros también elijamos esa opción en el futuro, con lo que el componente genético no existe...

En fin, ahí estoy, dándole vueltas a una cuestión irresoluble. 

¿Por qué se ha suicidado?