miércoles, 7 de abril de 2010

NO SOMOS NADA


No somos nada. Esto lo comprendieron los griegos de un modo inimaginable para nosotros, hombres modernos y anodinos. Por eso se esforzaron como titanes para conseguir la inmortalidad del único modo al alcance de los hombres corrientes, por la aclamación y admiración de sus iguales. A estos hombres destacados dieron por costumbre en llamar HÉROES. Tal era la luz que desprendían, que alumbraron en su inmortalidad incluso a quienes cantaron sus hazañas.

Después de ellos el resto somos simples mortales y ni Cesar ni el mismísimo Alejandro de Macedonia lograron alcanzar el resplandor incombustible de Aquiles.

Hoy, algunos piensan que este objetivo se obtiene a través de la descendencia, un punto de vista que no comparto, puesto que la singularidad humana es incompatible con la pluralidad fría de un árbol genealógico que se pierde y distorsiona más allá de las tres o cuatro generaciones anteriores.

Tampoco los héroes deportivos son más que pálidas sombras comparadas con quienes alcanzaron el olimpo en el pasado.

La vida eterna ya no existe. Envidio e íntimamente menosprecio a quienes depositan su fe en algún Dios. Yo no puedo, no creo en Dios alguno. Quizá sea yo el equivocado, pero en mi opinión no hay nada más allá de la muerte. Sería demasiado bonito, y la vida no es bonita. Está infestada de duros golpes, problemas irresolubles y constantes disputas, vivimos intentando esquivar a la Parca.

¿Qué le puedo decir a mi amigo cuando su padre a muerto trágicamente? no tengo palabras, le abrazo y lloro con él. ¿Qué le puedo decir? ¿Que se acabó? ¿Que no hay más? ¿Que no habrá otra vida para reencontrarse? Mejor callo y le abrazo más fuerte, intento contener el llanto que me embarga.

Tu padre a muerto. Te quiero amigo.

No somos nada.