sábado, 5 de septiembre de 2009

NUMANCIA


154 A.C. - 133 A.C.

En el año 154 AC la ciudad Celtíbera de Segeda decide construir una muralla. Los Romanos lo toman como una provocación y envian al consul Quinto Fulvio con 30 000 hombres para derrotar a la ciudad díscola. Los ciudadanos de Segeda en inferioridad deciden marchar a Numancia a en busca de auxilio. Numancia los acoje y en ese momento empieza la guerra que avergonzó durante más de 20 años a la flamante, señorial y orgullosa ciudad más poderosa del mundo, ROMA.

Las legiones de Quinto Fulvio Nobilior a pesar de utilizar incluso elefantes, animales prácticamente desconocidos en la península, fueron derrotadas y lo mismo ocurrió con los sucesivos intentos de las legiones romanas de forzar la ciudad. Ni Claudio Marcelo, L. Licinio Luculo, Sergio Sulpicio Galba, Quinto Cecilio Metelo ni Cneo Pompeyo Magno consiguen acabar con la determinación Numantina. Pompeyo firma un tratado de paz que no fue ratificado por Roma. Tras él Popilio Lenate intenta un nuevo y fracasado asalto, es rechazado y al año siguiente, ya en el 137 AC el consul Marcino tras una derrota estrepitosa en la que acorralado, acaba rindiendose. Firma una nueva paz que Roma vuelve a rechazar.

Tras tantos fracasos los siguientes Consules trataron de cortar el suministro de alimentos a los valientes defensores, mediante la toma de las ciudades vecinas y la destrucción de sus cultivos. No se atrevieron a intentar un asalto a las por otro lado endebles murallas Numantinas.

En el año 134 AC Roma envía contra Numancia a su más brillante militar, elegido Consul por segunda vez, algo que nunca antes había sucedido puesto que lo prohibían las normas ancestrales de la República. Publio Cornelio Escipion Emiliano, el hombre que se encargó de arrasar Cartago y arrojar sal a sus ruinas tras la más ruín y necesaria de las ordenes del senado ("Carthaginem esse delendam" Cartago debe ser destruida), fue enviado a Hispania para destruir a los tenaces defensores de ese minúsculo poblado que había puesto en jaque el poderio de Roma, la ciudad capaz de acabar con el imperio Cartagines.

Para Escipión (de sobrenombre Africano el menor, derecho que se gano en su combate contra cartago) no fue la primera vez que pisaba suelo celtibero, en su juventud fue tribuno militar en las legiones. Cuenta Polibio que un guerrero Vacceo salió a caballo de su ciudad y retó a las tropas romanas a combate singular, al comprobar que nadie acudía al llamamiento, el joven Escipión dió un paso al frente y derrotó al guerrero Vacceo que era casi del doble de su tamaño.

Escipión impuso una disciplina de hierro a las legiones de Hispania bajo su mando, los obligó a cavar constantemente trincheras, a largas marchas y vadear rios una y otra vez, consiguiendo que sus 60 000 hombres se convirtieran en una maquina perfectamente engrasada para la guerra. Así marcharon hacia Numancia con la firme intención de acabar con la resistencia de sus 4000 indomables defensores. Entre esos 60 000 legionarios, había un joven al que la historia tenía reservado un papel principal, Cayo Mario.

La tactica romana consistió en cercar la ciudad completamente mediante una muralla exterior, salpicada por siete fortificaciones que servían de guarnición. La ciudad estaba literalmente perdida, pero en consejo democrático y por votación los Numantinos decidieron resistir, ganandose la admiración de los romanos que tantas veces les habían mentido con tratados de paz vacios y sin honor.

Las escaramuzas se sucedieron constantemente durante la construcción de las murallas romanas, en una de ellas un heroe llamado Retógenes consiguió romper el cerco y acudir a pedir auxilio a Lutia, una ciudad vecina, pero Escipion también acudió allí y cortó las manos de todos los hombres que pensaban acudir a la llamada de los Numantinos. Con esto consiguió que nadie más pensase en auxiliar a la, ya, hambrienta ciudad.

Los romanos adoptaron muchas partes del equipo militar celtíbero, la más destacada es la espada corta, que desde ese momento portarón todas las legiones romanas hasta su desaparición


En la ciudad la peste empezó a campar a sus anchas, tras acabar con todas las provisiones disponibles, se recurrió a alimentarse con los cadáveres de los muertos, la enfermedad y la muerte se adueñó de la ciudad. Cuando ya casi nadie quedaba con vida se reunió a la asamblea por última vez y se votó cual sería su fin. Cada cual sería libre de elegir su destino.

Ese mismo día la ciudad ardió y los romanos, asombrados, observaron a gente arrojandose a las llamas, tirandose por las murallas o clavandose sus propias espadas. Cuando las legiones entraron en la ciudad, aún humeante, tan solo encontraron a un puñado de personas reducidas a hueso y pellejo que no habían querido a podido acabar con sus vidas, incapaces incluso de ponerse en pie, esperaban tumbados al ejercito invasor. Tan solo 50 espectros acompañron al consul en su desfile triunfal.

En Numancia, nuestros antepasados, se negaron a perder su independencia, y con la libertad que les hizo grandes y que aún hoy nos emocina, decidieron robar la victoria a las legiones y entregarle a Escipion el africano y desde ese día también el numantino, la más humillante de sus victorias.

Numancia cayó, pero vendió muy cara su piel contra todo pronóstico, más de 20 años de constantes derrotas romanas ante sus pequeños muros. Las gentes de Numancia forjaron nuestro caracter, el sacrificio de sus habitantes nos ilumina y sus genes de algún modo llegan hasta nuestros días.



NUMANCIA NO HA MUERTO.

NUMANCIA ES ETERNA.

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