martes, 28 de julio de 2009

GALATEX EN NUEVA YORK (Dejando impronta)

¡Hola New York!

Señores, estoy de regreso de la gran manzana y como no podía ser menos os voy a relatar los momentos más peculiares del viaje.

He de reconocer, y admito, que he dejado una impronta indeleble en la ciudad, una impronta de color marrón pardusco que podría haber borrado fácilmente de haber escobilla en el váter. Podría decirlo de un modo más fino, pero me he pasado gran parte del viaje cagando. Esto es una consecuencia lógica de la otra gran parte del viaje, en la que evidentemente me he dedicado a comer. Y si algo nos ofrece Nueva York, además de edificios imponentes y multitudes racialmente mestizas, es comida. En cada manzana no menos de 5 comercios dedicados a ensanchar cintura y en cada esquina un par de carritos con cualquier delicia culinaria, cocinada en condiciones insalubres. Pero empecemos por el principio.

Del aeropuerto al hotel, con las reservas lógicas después de toda la literatura que habíamos leído sobre las infranqueables barreras aduaneras estadounidenses, llegamos hasta la garita del agente Kutnetsov, típicamente americano, y tras tomarnos las huellas dactilares y mi intento de que me fotografiasen la retina, cosa que obviamente NO se hace, cuando me debía fotografiar el rostro, salimos rápidamente ha recojer la maleta. Maleta, que según nuestros informes debía llegar a nuestro poder rota, abierta y revuelta, por si llevábamos algo ilegal. Lo cierto es que en media hora estábamos montados en el air-train camino a Jamaica Station, lugar donde empezamos a mezclarnos de verdad con la población local, con todas sus peculiaridades. Negros con los pantalones por los tobillos, blancos gordos (que no obesos), muchos cuerpos tatuados con muy mal gusto y en general, y esto va por los tíos del Galatex Team, muy pocas, poquísimas, mujeres atractivas.

Al llegar al hotel caí en la cuenta de que estaba situado en la mítica calle 54, donde antaño estuvo la famosa discoteca ESTUDIO 54, pero como no había foto que echar, nos pegamos una ducha rápida y fuimos a curiosear el multitudinario mercadillo que tenía cortada la calle Broadway. Ahí ya empecé a llenar la barriga saboreando un Giro (griego) completo, servido por mejicanos a los que no tuve que decir ni una palabra en ingles. Porque para quien no lo sepa, NUEVA YORK habla castellano, o mejor dicho español. Después hicimos la llamada de rigor a casa, que hemos llegado bien y todo eso, pero esta llamada no nos costó ni un euro. Nur había conseguido una combinación de números que te facilitaban el uso de las cabinas públicas sin desembolso previo, lo tuvo fácil al demostrar su afinidad con el Galatex World.

No os dejeis engañar por la foto, el Giro me lo comí yo.

Times Square, donde fuimos después, nos dejó con la boca abierta, y eso que uno puede presumir de haber visto mucho mundo (como turista, eso sí). Una multitud se agolpaba por la plaza que se extiende por varias calles, calles de las de allí, no de las de aquí... Cientos de personas intentaban venderte entradas para musicales, hot dogs, visitas turísticas o incluso condones de Obama. Un puto caos en el que los más afortunados pillaron sillitas de playa (que están esparcidas por toda la plaza) para observar el paisaje, comerse sus viandas o simplemente descansar del agetreado ritmo de vida. Allí mismo, al curiosear en el Mac Donalds, se me acercó el primer pedigüeño del viaje. Un negro, con una especie de tela en la cabeza que le cubría un pelo trenzado en lineas paralelas que se adivinaban en su nuca. Formaba parte del grupo urbano al que yo bauticé como "pantalones cagaos", los llevaba por los tobillos como todos los miembros de su tribu, y su camiseta sin magas, dejaba ver unos brazos llenos de tatuajes de lo más ridículos. Ante su petición, puse mi mejor cara de paleto y le solté un "MANDEEEÉ" que casi lo despeina... Agachó la cabeza, moviéndola de un lado a otro y se fue a pedirle a otro. No negaré que este incidente me inquietó bastante, ¿tendría que pasarme todo el viaje huyendo de los cacos?

Esa noche acudimos al "TOP ON THE ROCK", el mirador del Rockefeler center y desde allí hicimos un montón de fotos, dos o tres buenas, pasamos bastante frío y tras inmortalizar en nuestra cámara el letrero luminoso del Radio City nos fuimos a cenar y a dormir, que ya está bien...
Unas fotitos y a la cama...

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